El Royal College of Psychiatrists, preclara institución profesional de psiquiatría de Inglaterra, tuvo un significativo cambio en sus indicaciones sobre el vínculo entre aborto y salud mental.


En defensa de la vida


“La interrupción voluntaria del embarazo” lleva a un peligro significativo para la salud mental de las mujeres; y aconseja que se oriente sobre estas inseguridades a quienes pretenden abortar. Se exhorta a la edición de publicaciones que comenten los trances de desesperanza después de un aborto, pues “no puede haber consentimiento informado, si no se suministra una información adecuada”.

En 2007 la actriz Emma Beck, una joven intérprete británica de 30 años, llevaba una gestación de mellizos y abortó. Al poco tiempo se suicidó -apareció colgada-, aliviándose al dejar a sus parientes una patética carta: “La vida es un infierno para mí, yo nunca debería haber abortado, habría sido una buena madre. Quiero estar con mis bebés, necesitan de mí más que nadie”.

Por otra parte, el erudito Peter Saunders, secretario general del Christian Medical Fellowship, aseveró: “¿Cómo puede un médico justificar un aborto por razones de salud mental, motivo que se invoca para más del 90% de los más de 200,000 abortos anuales que se practican en Gran Bretaña?”.

En España, según informes del IPF, hemos saltado de 9,000 abortos legalizados en 1985, a más de 120,000  en el 2014. Con este monto se evalúa que, diariamente, más de 300 chiquillos no verán la luz del día, por lo que se ha rebasado el millón cien mil abortos desde que se legitimó la aplicación del aborto. Esto significa que cada 4.8 segundos se comete un asesinato. Actualmente, uno de cada seis embarazos termina en aborto. A estas cifras se deben sumar los abortos clandestinos.

Por otra parte, Sodenberg y colaboradores, del departamento de Ginecología y Obstetricia del Hospital de Malmo, en Suecia, publicaron en el European Journal of Obstetrics, Gynecology, and Reproductive Biology, que el 60% de las mujeres con un aborto provocado presentaban alteraciones emocionales y que el 30% se consideraban como alteraciones emocionales con tendencias al suicidio.

“Una sociedad que presume de sus políticas sociales debería proteger más a los indefensos, ya que la defensa de la vida es ‘una obligación moral’ que las administraciones públicas deben apoyar”, afirmó Francisco Gil Hellín.

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