Aborto

Los vacíos del padre Novoa

Por: P. PEDRO F. MERCADO CEPEDA 

Nada dice el Beato que se interprete como justificación de la despenalización parcial del aborto.

Recientes declaraciones del padre Carlos Novoa, sacerdote jesuita, reproducidas en diversos medios de comunicación, parecerían justificar en algunos casos la despenalización del aborto, desfigurando la clara e inamovible posición de la Iglesia Católica sobre esta delicada materia.

Muchos fieles y obispos, sorprendidos y desconcertados, me han pedido que intente precisar las “opiniones teológicas” y las “afirmaciones científicas” de mi apreciado colega. Con pesar, a todos he tenido que responder con una rotunda negativa. Pretender “perfilar” o “precisar” las afirmaciones del padre Novoa es imposible porque en ellas existen insuperables vacíos científicos y teológicos. En privado, con humildad, el mismo sacerdote ha reconocido estas falencias.

El padre Novoa, en primer lugar, descontextualiza las palabras del Beato Juan Pablo II en el número 17 de la Evangelium vitae, confundiendo dos niveles de juicio muy distintos: el moral y el jurídico. En el citado texto, el Papa hace referencia al drama humano que sufren tantas mujeres -la inmensa mayoría- al tomar la decisión de abortar.

La pobreza, la soledad, el abandono y la angustia son para el Papa circunstancias terribles que podrían atenuar la responsabilidad moral de las mismas. Nada dice el Beato, sin embargo, que pueda ser interpretado como justificación de la despenalización parcial del aborto. Este viene condenado radicalmente, en toda circunstancia, en amplios apartes del documento pontificio.

Por otra parte, el padre Novoa parece confundir una “intervención quirúrgica en caso de embarazo extrauterino” con el llamado “aborto terapéutico”. En el primer caso, se da una acción que la teología moral define como de “doble efecto”. Es decir, una acción en que se presentan inseparablemente dos efectos: uno bueno y voluntariamente buscado (salvar la vida de la madre) y otro malo, no querido, pero inevitable (la pérdida de la vida del ser en gestación). A diferencia del “aborto terapéutico”, esa intervención quirúrgica no tiene como finalidad la supresión del ser no nacido. 
La muerte de este se produce como un ineluctable y lamentable efecto colateral.
Es, pues, evidente que no es posible equiparar la valoración ética de dos acciones con finalidades tan diversas. Citar, por ello, el caso del embarazo extrauterino para justificar éticamente el “aborto terapéutico” es un error imperdonable en un “hombre de ciencia”. El jesuita, espero, tendrá ocasión de aclarar su opinión, corrigiendo las falencias de su argumentación. Tal acto sería para la comunidad eclesial un ejemplo de humildad y de comunión con el auténtico sentir de la Iglesia.

Debo confesar, con respeto, que me pareció francamente inapropiado que el padre Novoa afirmara que como sacerdote no acepta el aborto, pero como ciudadano lo consideraría una opción respetable.

Como él mismo reconoce, los argumentos para rechazar el aborto, en toda circunstancia, no son exclusivamente de orden religioso: existen enjundiosas razones jurídicas y científicas en favor de la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural. Argumentos que, en virtud del sano pluralismo, deben ser acogidos con respeto y ser valorados sin apasionamientos o prejuicios de cualquier tipo.

Quiero, por último, deslegitimar las infamantes críticas que el padre Novoa lanzó contra algunas figuras de la vida política nacional comprometidas, desde distintos partidos y sensibilidades, con la defensa de la vida. A esas personas, como a quienes votaron en contra del proyecto presentado en el Congreso, reitero mi personal aprecio por el interesante debate y por la riqueza de sus contrastantes argumentos.

P. Pedro F. Mercado Cepeda.

Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia. Capellán Mayor del Congreso de la República.